La noche de Navidad de 1252, el Niño Jesús transporta a Santa Clara lejos de su lecho de enferma, y el amor, que carece de lugar y tiempo, la envuelve en una experiencia mística que la introduce en el profundidad infinita de Dios. Tanto quería el Niño Dios ser contemplado y adorado por la Santa, que muy a pesar de los dolores y enfermedades que ella sufriera, Él mismo la transportó, para que ella con sus ojos pudiera contemplarle en esa Noche Santa, con sus labios alabarle y con su corazón amarle. Tal como el Niño Dios esperaba ser abrazado por el amor de Santa Clara, esta Noche Bendita que se aproxima, desea que nosotros le esperemos con el corazón dispuesto para amarle y adorarle.
Leyenda de Santa Clara, 29
Santa Clara es una de las santas mejor documentadas de la hagiografía medieval, no por la abundancia de documentos que de ella se ocupan, pero sí por su calidad y excepcional garantía histórica. Aparte del Proceso de Canonización, poseemos una Leyenda oficial escrita a raíz de su muerte, con motivo de su canonización, por encargo del Sumo Pontífice. El autor, en la dedicatoria al Papa, expone de este modo los criterios por los que se ha guiado: «Queriendo cumplir el encargo recibido y no juzgando método seguro proceder a base de solos los documentos que pude leer, los cuales resultaban deficientes o incompletos, recurrí a los compañeros de san Francisco, y aun a la comunidad de las mismas vírgenes [de San Damián], meditando con frecuencia en aquella sentencia de los antiguos, según la cual sólo los testigos de vista o quienes de ellos recogen el testimonio están capacitados para escribir la historia».
Concluimos, pues, que la Leyenda no es otra cosa que la redacción en forma literaria de las declaraciones de los testigos. Pero el autor, no contento con poseer estos testimonios escritos, quiso contrastar los hechos e informarse más ampliamente hablando con los compañeros de san Francisco, en particular con Fr. León y Fr. Ángel, presentes en el curso del proceso, y con las mismas monjas que habían hecho las declaraciones, para que aclararan y completaran algunos puntos.
"Comoquiera que durante la enfermedad «todo era recordar» a Cristo, por eso también Cristo la visitaba en sus dolencias. En aquella hora de la Navidad, cuando el mundo se alegra con los ángeles ante el Niño recién nacido, todas las monjas se marcharon al oratorio para los maitines dejando sola a la madre, víctima de sus enfermedades. Ella, puesta a meditar sobre el niñito Jesús y lamentándose porque no podía tomar parte en sus alabanzas, le dice suspirando: «Señor Dios, mira que estoy sola, abandonada para ti en este lugar». Y he aquí que de pronto comenzó a resonar en sus oídos el maravilloso concierto que se desarrollaba en la iglesia de San Francisco. Escuchaba el júbilo de los hermanos salmodiando, oía la armonía de los cantores; percibía hasta el sonido de los instrumentos.
No estaba tan próximo el lugar como para que pudiera alcanzar todo esto por humano recurso: o la resonancia de aquella solemnidad había sido amplificada hasta ella por el divino poder, o su capacidad auditiva le había sido reforzada más allá del límite humano. Pero, sobre todo, lo que supera a este prodigio de audición es que la santa mereció también ver el pesebre del Señor.
Cuando las hijas acudieron a verla por la mañana, díjoles la bienaventurada Clara: «Bendito sea el Señor Jesucristo, que no me abandonó cuando me abandonasteis vosotras. He escuchado, por cierto, por la gracia de Cristo, las solemnes funciones que se han celebrado esta noche en la iglesia de San Francisco»".
Leyenda de Santa Clara, 37
"Provee a las hijas, por medio de predicadores devotos, del alimento de la palabra de Dios, del que se reserva para sí una buena ración. Ya que, al oír la santa predicación, se siente inundada de tales transportes de gozo y de tal modo se deleita en el recuerdo de su Jesús, que en cierta ocasión, mientras predicaba fray Felipe de Atri, un bellísimo niño se le apareció a la virgen Clara y durante gran parte del sermón la recreó con sus gracias. A la vista de semejante aparición, la hermana que mereció ser testigo de tal visión de su madre se sentía inundada de una suavidad inefable".
Capítulo XXXV, Florecillas de San Francisco de Asís
Hallándose una vez Santa Clara gravemente enferma, hasta el punto de no poder ir a la iglesia para rezar el oficio con las demás monjas, llegó la solemnidad de la Natividad de Cristo. Todas las demás fueron a los maitines, quedando ella sola en la cama, pesarosa de no poder ir con ellas y tener aquel consuelo espiritual.
Pero Jesucristo, su Esposo, no quiso dejarla sin aquel consuelo: la hizo transportar milagrosamente a la iglesia de San Francisco y asistir a todo el oficio de los maitines y de la Misa de media noche, y además pudo recibir la Sagrada Comunión; después fue llevada de nuevo a su cama.
Las monjas, terminado el oficio en San Damián, fueron a ver a Santa Clara y le dijeron:
-¡Ay Madre nuestra, sor Clara! ¡Cuánto consuelo hemos tenido en esta santa noche de Navidad! Pluguiera a Dios que hubieras estado con nosotras.
Y Santa Clara respondió:
-Yo doy gracias y alabanzas a mi Señor Jesucristo Bendito, hermanas e hijas mías amadísimas, porque he tenido la dicha de asistir, con gran consuelo de mi alma, a toda la función de esta Noche Santa y ha sido mayor que la que habéis tenido vosotras; por intercesión de mi padre Francisco y por la gracia de mi Señor Jesucristo, me he hallado presente en la iglesia de mi padre Francisco, y he oído con mis oídos espirituales y corporales todo el canto y la música del órgano, y hasta he recibido la Sagrada Comunión. Alegraos, pues, y dad gracias a Dios por esta gracia tan grande que me ha hecho.
Amén.
"Una noche de Navidad, encerrada en su lecho de dolor en su monasterio de Asís, Santa Clara escuchó como si se hallara presente los cantos sagrados de la Iglesia de San Francisco, y vio el pesebre del niño divino".
Papa Pío XII, carta apostólica Clarius Explendescit.
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