Corría
el siglo VI antes de Cristo cuando Pitágoras de Samos fundó, en la
ciudad de Crotona, la escuela de filosofía y matemática que llevaba su
nombre.
Pitágoras afirmaba que «todo es número», lo cual le llevaba a mirar el mundo como si de una pantalla de Matrix se tratara, y que formulase unos teoremas y unas teorías que hoy nos permiten recordarlo tanto por su sabiduría como por su insensatez.
La más memorable de sus muchas muestras de genio fue la demostración de su teorema, que establece que en un triángulo rectángulo la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa.
Con esta demostración, Pitágoras introdujo el concepto de prueba en las matemáticas y con ello el comienzo del razonamiento deductivo, lo que convertía esta disciplina en una elaborada y poderosa estructura lógica de gran belleza.
Sin embargo, el mejor ejemplo de la insensatez de la Pitágoras fue, sin duda alguna, la religión que fundó, la cual contenía una larga lista de preceptos disparatados que se debían seguir. No se podía recoger nada que se hubiese caído, ni saltar por encima de un palo; debían abstenerse de tocar a las aves de color blanco; y el consumo de judías estaba completamente prohibido.
Su pensamiento religioso le llevó a la convicción de que, en una vida anterior, su alma había habitado en un tubérculo.
Cómo una mente capaz de un genio matemático tan consumado podía creer en semejantes patrañas es algo difícil de imaginar.
Pero Pitágoras no estaba loco: sólo lo parecía. Tenía esa mezcla de intelecto privilegiado y locura sobresaliente que constituye el rasgo tan habitual del genio.
Fue, posiblemente, la primera persona que buscó una explicación racional para el mundo. Fue el que utilizó por primera vez la palabra «cosmos», que en griego significa «orden», para atribuirla al universo por su «perfecta armonía y concierto».
Pitágoras nos ayuda a entender que las leyes matemáticas que rigen el universo sólo pueden ser descubiertas y enunciadas, mientras que Dios solamente puede ser reconocido si es Él mismo quien se da a conocer.
Hoy, comenzaremos la fase previa del Canguro matemático con todos aquellos de vosotros a los que les guste sorprenderse de la perfecta armonía y concierto que hay en las relaciones numéricas de las cosas creadas.
Buenos días.
Pitágoras afirmaba que «todo es número», lo cual le llevaba a mirar el mundo como si de una pantalla de Matrix se tratara, y que formulase unos teoremas y unas teorías que hoy nos permiten recordarlo tanto por su sabiduría como por su insensatez.
La más memorable de sus muchas muestras de genio fue la demostración de su teorema, que establece que en un triángulo rectángulo la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa.
Con esta demostración, Pitágoras introdujo el concepto de prueba en las matemáticas y con ello el comienzo del razonamiento deductivo, lo que convertía esta disciplina en una elaborada y poderosa estructura lógica de gran belleza.
Sin embargo, el mejor ejemplo de la insensatez de la Pitágoras fue, sin duda alguna, la religión que fundó, la cual contenía una larga lista de preceptos disparatados que se debían seguir. No se podía recoger nada que se hubiese caído, ni saltar por encima de un palo; debían abstenerse de tocar a las aves de color blanco; y el consumo de judías estaba completamente prohibido.
Su pensamiento religioso le llevó a la convicción de que, en una vida anterior, su alma había habitado en un tubérculo.
Cómo una mente capaz de un genio matemático tan consumado podía creer en semejantes patrañas es algo difícil de imaginar.
Pero Pitágoras no estaba loco: sólo lo parecía. Tenía esa mezcla de intelecto privilegiado y locura sobresaliente que constituye el rasgo tan habitual del genio.
Fue, posiblemente, la primera persona que buscó una explicación racional para el mundo. Fue el que utilizó por primera vez la palabra «cosmos», que en griego significa «orden», para atribuirla al universo por su «perfecta armonía y concierto».
Pitágoras nos ayuda a entender que las leyes matemáticas que rigen el universo sólo pueden ser descubiertas y enunciadas, mientras que Dios solamente puede ser reconocido si es Él mismo quien se da a conocer.
Hoy, comenzaremos la fase previa del Canguro matemático con todos aquellos de vosotros a los que les guste sorprenderse de la perfecta armonía y concierto que hay en las relaciones numéricas de las cosas creadas.
Buenos días.
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